Alfred Eisenstaedt. El padre del fotoperiodismo moderno.

Cuando el magnate Henry Luce se convirtió en el propietario de la revista Life en 1936, la relanzó como la primera revista de noticias con fotografías. Alfred Eisenstaedt, uno de los cuatro primeros trabajadores que contrató, se convirtió en uno de los fotógrafos que más tiempo trabajó para la revista. Eisenstaedt completó más de 2.500 trabajos y consiguió más de 90 portadas para la revista, y, en el proceso, se convirtió en uno de los más celebrados fotoperiodistas.

El éxito que Eisenstaedt disfrutó en su carrera estuvo ensombrecido por las penurias de su vida anterior. Nacido en Prusia en 1898, fue asignado al ejercito alemán durante la Primera Guerra Mundial. En 1918, fue herido en ambas piernas y no pudo andar sin ayuda durante muchos años. Todos los otros miembros de su unidad de artillería murieron en la guerra.

Su padre fue un mercader judío, pero todos los ahorros de su familia se perdieron durante los años de hiperinflación que siguieron a la guerra en Alemania. Para poder vivir, Alfred trabajó como vendedor de cinturones y botones durante la década de los años 20. Poco después de que Hitler ascendiera al poder en 1934, el crecimiento del sentimiento alemán antisemita le forzó a emigrar a los Estados Unidos donde empezó una nueva vida en Nueva York.

Por entonces, Eisenstaedt se estableció como fotógrafo independiente y un pionero en usar las nuevas Leica de 35mm en periódicos y revistas. Había empezado trabajando como fotógrafo independiente en 1928, para la agencia Pacific y Atlantic Photos establecida en Berlín, la cual en 1931 se convirtió en parte de Associated Press.

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En la primera parte de su carrera, la gran variedad de trabajos que realizó incluyeron captar imágenes de los encuentros de la alta sociedad, conciertos de music clásica, o celebridades como Marlene Dietrich y George Bernard Shaw. Cubrió las más extrañas y cómicas situaciones como en una ocasión en las que fotografió a unos camareros en el resort suizo de St. Montz aprendiendo a servir bebidas mientras patinaban. Sus encargos también incluyeron fotografiar a Adolf Hitler y a otros lideres nazis en su ascenso al poder.

Después de establecerse en Nueva York, Eisenstaedt continuó trabajando para Associated Press, pero se trasladó a la relanzada revista Life un año después. En los finales de los años 30, la revista trataba predominantemente noticias de entretenimiento, de celebridades y de interés humano, las cuales encajaban perfectamente con el estilo de Eisensteadt. “Siempre llego (a un trabajo) como un amigo”, comentó años más tarde al periodista John Loengrad. “Si alguien dice: ‘No quiero ser fotografiado de este lado’, no lo hago. No fotografío sangre, o guerra o vagabundos. No querría que nadie me fotografiara tirado en las escaleras del metro”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Eisenstaedt fotografió historias que reflejaban el impacto de la guerra en el pueblo americano. Una de ellas, de 1944, fue una serie de imágenes mostrando a soldados americanos dando emocionadas despedidas a esposas y novias en la Estación Pennsylvania de Nueva York.

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Para hacer estas imágenes, uso una Rolleiflex de 2 ¼ pulgadas, la cual mantenía al nivel del pecho. Eisensteadt era de pequeña estatura y se confundía bien entre la gente. Él permaneció muy quieto y así era difícil ser visto por las parejas que se abrazaban. “Simplemente estuve sin moverme, como una estatua”, comentó en su libro ‘Eisenstaedt sobre Eisenstaedt’. “Ellos nunca me vieron hacer las fotos”. Su más famosa imagen en tiempos de la guerra fue tomada el 15 de Agosto de 1945, cuando fotografió a un marinero americano besando espontáneamente a una enfermera en Times Square. La imagen capturó el ambiente de celebración de la nación.

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En el año siguiente, Eisenstaedt cubrió las consecuencias de la guerra. A principios de 1946, pasó cuatro meses en Japón y tomó fotografías de las ciudades devastadas de Hiroshima y Nagasaki. Esas fotografías incluían un conmovedor retrato de una madre y su hijo en frente de una ciudad desolada por la bomba nuclear.

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Después de la guerra, Eisensteadt continuó con su ocupada agenda de trabajos para Life. Fotos de Albert Einstein, John F. Kennedy, Ernest Hemingway y Winston Churchill intercaladas con numerosos viajes de trabajo enfocados en fotografiar a la gente normal en sus vidas diarias.

Su combinación de determinación, conciencia, anticipación y un ojo natural para producir fuertes imágenes en casi todos los trabajos eran su sello personal. Eisensteadt definía su papel como uno en el cual tenía que “encontrar y captar el momento que cuenta una historia”, aunque inevitablemente sus fotografías de famosas artistas captaban mayormente la atención, incluyendo fotografías de Marilyn Monroe y Sofía Loren.

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Por 1966, cuando su exhibición “Testigos de Nuestro Tiempo” recorrió los Estados Unidos, Eisenstaedt fue reconocido como un maestro en su arte. En las siguientes décadas, continuó produciendo nuevos trabajos, conjuntamente con un continuo flujo de exhibiciones y libros mostrando imágenes de sus primeros años de trabajo. Más tarde recibió numerosos reconocimientos importantes, incluyendo el premio a una exitosa carrera por la American Society of Magazine Photographers en 1978. Eisensteadt murió en 1995 a la edad de 96 años.

El trabajo de Eisensteadt fue perfectamente resumido por el critico fotográfico del New York Times Jacob Deschin en 1954: “Después de 25 de profesionalismo continua con un corazón de amateur, excitado sobre su arte, deleitándose en las personas y los objetos como un entusiasta novato”.

Algunas de las historias detrás de sus trabajos pueden ser leídas en la propia revista Life.

También podéis contemplar más de su obra en el siguiente vídeo:

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